Hay cosas que solo sabemos los gatos. Conexiones que solo puede tener nuestra raza. Una raza, la felina, antigua, enigmática.
Te voy a contar en estas líneas como yo, que me llamo Milo y soy un Main Coon de mirada siempre atenta y mi inseparable Taro, un Bengalí ágil como el viento, nos dimos un paseo en un coche tirado por caballos en plena Feria de Abril de Sevilla para reencontrarnos con nuestros antepasados de Al Ándalus.
Te recomiendo que leas este texto hasta el final porque es una historia que jamás habrás oído contar y te va a sorprender.
Los sueños se hacen realidad y todo empezó con un sueño. Estábamos a principios de abril. Los primeros días de la primavera fueron especialmente lluviosos. Todos los humanos rebosaban alegría porque decían que esa lluvia resolvía muchos de los problemas de sequía.
Pero a los gatos no nos gusta el agua. Aunque no nos mojemos.
Pero la lluvia dejó paso a unas jornadas con un sol radiante y unas temperaturas que invitaban a dormitar la mayor parte del día.
Y en una de esas siestas, lo vi. En mis sueños apareció un gato majestuoso, de pelaje azabache y ojos dorados, caminando entre los jardines perfumados de la Sevilla de Al-Ándalus.
Su nombre era Ziyad y entró en contacto conmigo. Me contó que en su tiempo, en la época de los emires, era conocido como el Guardián de los Jardines de Andalucía, un felino respetado por poetas, sabios y príncipes.
Decían que quien acariciara su lomo tenía
asegurada la inspiración eterna.
Ziyad vagaba por los patios frescos, por las callejuelas blancas, por las
bibliotecas que perfumaban el aire con cuero y papel. Y antes de desaparecer de
manera misteriosa, dejó una promesa:
"Un día, cuando los tiempos
sean propicios, nuevos viajeros felinos vendrán a honrar mi legado en Sevilla."
Y Taro y yo fuimos los elegidos. Teníamos que hacer todo lo posible para honrar a nuestros antepasados.
Nuestro
paseo por Sevilla debía cumplirse.
No solo como una aventura, sino como una misión
ancestral.
Nuestros poderes mentales hicieron el resto
De todos es sabido —y si no lo sabes te lo cuente yo ahora— que los gatos tenemos un poder sobrenatural.
Un poder que nos permite entrar en la mente de los humanos para obligarles a hacer nuestra voluntad.
Mi voluntad y la voluntad de Taro era viajar a Sevilla y rendir homenaje a Ziyad. Pero, claro. No podíamos entrar en la mente de nuestros dueños y obligarles a ir a Sevilla si no tenían un motivo.
—¿Y si les obligamos a ir a la Feria de Sevilla que está a punto de celebrarse?— dijo Taro en lo que yo consideré que era una idea fantástica.
Porque, claro. Era más fácil convencerles a través de nuestros poderes mentales si vislumbraban en su mente que lo que se les pedía hacer era divertido.
Nuestra “introducción” en su cerebro empezó al instante. Estábamos en abril y ya y no disponíamos de mucho tiempo.
Afortunadamente, “las mentes humanas son muy simples” y no nos costó ningún esfuerzo convencerles de que su próximo viaje debía ser a Sevilla en plena Feria.
Y para hacerlo todavía más atractivo y quebrar su ya poca resistencia, induje a mi amo a que alquilara un coche tirado por caballos para dar un espectacular paseo por los monumentos más emblemáticos de la capital de Andalucía.
Los preparativos
Hoy en día, a los seres humanos les resulta muy sencillo encontrar todo lo que buscan. Teclean un par de palabras en una cosa que ellos llaman Google y “voilà” tienen una infinidad de opciones donde llamar.
Mi amo tecleó, “empresas de alquiler de coches de caballos en Sevilla” y en su primera llamada ya lo contrató.
Solo tuvo que explicar que serían dos hombres adultos acompañados de un gato de raza Main Coon y otro de raza Bengalí y que tenían que habilitar un pequeño habitáculo para que estuviéramos cómodos.
Desde luego que nuestras conexiones mentales con los humanos harían que disfrutáramos de lo lindo de esta experiencia que me atrevo a calificar de mística.
Cuando llegamos a Sevilla todo estaba preparado. Era un coche de caballos espectacular y Marc, un joven simpático y dispuesto a contestar a sus clientes, se disponía ya a darnos el paseo prometido.
Taro y yo nos acomodamos en unos almohadones mullidos que estaban a la altura perfecta para que pudiéramos disfrutar de las vistas.
A fuerza de ser sincero, tengo que decir que el ligero trote de los dos caballos que tiraban del coche me hizo sentir cierta somnolencia.
Hubiera sido un auténtico pecado dormirse en una ciudad como Sevilla, llena de ebullición. La Feria transformaba a sus habitantes y la alegría rezumaba en cada rincón. Me mantuve despierto.
El espíritu de Ziyad
Mientras el coche de caballos avanzaba por el Parque de María Luisa y la Plaza de España, sentíamos la ciudad latir bajo nuestras patas. Cuando pasamos junto a los viejos muros de la Judería, Taro se irguió de repente.
—¿Lo
sientes, Milo? —susurró.
—Sí... Ziyad.
Por un instante, vimos una sombra azabache
deslizándose entre los patios.
Un par de ojos dorados que nos miraban con orgullo desde el otro lado del
tiempo.
Sentíamos que no éramos solo dos gatos; éramos los herederos de una promesa, de generaciones y generaciones de gatos que se habían acostumbrado a vivir con los humanos.
De hecho, lo que estábamos sintiendo no hubiera sido posible sin ellos.
Cuando nos detuvimos, la Giralda estaba iluminada y vimos lo imponente que era. Como si una mano desde el cielo nos saludara. Esa Giralda, levantada en ese mismo sitio, durante siglos, nos indicó que nuestra misión había sido cumplida.
Pudimos revivir, aunque solo por un día, el alma felina de Al-Ándalus.
Porque pudimos sentir en muchos rincones el espíritu de nuestros antepasados.
Nos enredamos entre las piernas de nuestros dueños. Cariñosamente. Era nuestra manera de decirle que muchas gracias pro cumplir con nuestros deseos, que estábamos muy contentos de que nos tuvieran a su lado porque sabemos que nos consideran de la familia y que siempre nos tienen en cuenta allá donde van.